Margarita López Maya / @mlopezmaya.
Las diferencias inculcadas por la polarización de la guerra y sus muertes “no se acaban nunca”, dice su madre, cuya familia estuvo del lado contrario al de su marido. Cuando visitan a familiares, sufren la silenciosa desaprobación y amargura de estos. Por pobreza o por venganza a los niños los discriminan, les roban sus escasas pertenencias, y su madre deja hacer. Por tener familia republicana, el padre sabe que jamás será ascendido en la Guardia, no importa su comportamiento. En el pueblo conviven familias falangistas y republicanas, todos rumiando miserias y secretos.
En el monte la guerrilla continúa confrontándose con los guardias. En el pueblo hay quienes los mantienen y apoyan, y cada vez que un guerrillero muere, “siete van al monte y todo comienza otra vez”. Los guardias allanan, torturan y matan. En la madrugada Nino escucha no solo terribles alaridos por las torturas, también sabe cómo su padre y compañeros vomitan, lloran, se cagan encima mientras sus compañeros les dicen: “No tengas remordimientos, son ellos los que están fuera de la ley”.
Nino y su generación heredan sin culpa la miseria, los rencores y odios que inculcó la guerra. Tendrán un futuro estéril. No permitamos que la polarización en Venezuela nos arrastre a futuro similar. No solo por nosotros mismos, que ya vivimos miserablemente, sino por las generaciones futuras que nada tienen que ver y no lo merecen.
Últimas Noticias, 06 de abril de 2015